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Una gran coalición cada vez menos grande: el paulatino declive del bipartidismo alemán

Artículo de Ansgar Seyfferth publicado en la columna Plaza Pública en infoLibre, a través de la Fundación Alternativas

A lo largo de sus 75 años de historia, la política de la República Federal de Alemania se ha caracterizado por la continuidad y la ausencia de cambios bruscos. Aun así, de forma paulatina, el panorama político se ha transformado profundamente en las últimas décadas. Las elecciones del pasado domingo fueron solo una vuelta de tuerca más. Las consecuencias de esta transformación son importantes, y lo serán más aún si las tendencias continúan. 

Antes de analizarlo con la ayuda del siguiente gráfico, vamos a darle un breve repaso a los partidos tradicionales. Como en muchos otros países, destacan dos grandes partidos, de centroderecha –la CDU* democristiana– y de centroizquierda –la SPD socialdemócrata–. Entre ambos presiden actualmente 15 de los 16 Estados federales, y han puesto todos los cancilleres de la historia de la república. A menudo lo hicieron con el apoyo de los liberales (FDP), el clásico partido bisagra, que llegó a encadenar casi tres décadas ininterrumpidas en el poder como socio minoritario de gobierno. En los años ochenta los verdes empezaron a abrirse hueco como cuarto en discordia, revolucionando el panorama político. Se convirtieron en el socio natural de la SPD, mientras que los liberales se desplazaron hacia la derecha, perfilándose como socio preferente de la CDU.

El siguiente gráfico muestra la evolución de los resultados de estos cuatro partidos en las elecciones federales, así como las coaliciones de gobierno resultantes (con el partido del canciller en primer lugar en negrita, y usando los mismos colores que en las barras de los resultados):

Bipartidismo alemán
Evolución de los resultados de los cuatro partidos tradicionales en las elecciones federales de Alemania.

Con un sistema electoral proporcional que no facilita las mayorías absolutas, todos los gobiernos federales han sido de coalición para asegurar una mayoría estable. Obsérvese que solo el cambio de gobierno de 1998 supuso la sustitución de todos los partidos gobernantes, mientras que en todos los demás hubo continuidad de al menos uno de ellos, toda una muestra de la mencionada ausencia de cambios bruscos. 

No obstante, la evolución del peso de los partidos evidencia la paulatina transformación. En los años setenta se culminó un proceso de concentración de voto, con las dos grandes formaciones repartiéndose más del 90% y el resto recayendo casi íntegramente en los liberales, de modo que entre los tres superaban el 99%. Pero desde entonces este respaldo electoral se ha reducido a la mitad. El domingo pasado los tres sumaron menos del 50%, con los dos grandes repartiéndose menos del 45%. Por segunda vez en su historia, los liberales se han quedado fuera del parlamento al no alcanzar el umbral del 5%. Tanto para ellos como para la SPD fue su peor batacazo en la historia de las elecciones federales, mientras que la CDU, a pesar de su subida, cosechó su segundo peor resultado. 

Antes de analizar las consecuencias de estos cambios, veamos quiénes han ocupado este hueco cada vez mayor, aparte de los Verdes, ya convertidos en un partido tradicional más. Con la reunificación en 1990, se incorporaron los excomunistas de la Alemania oriental (RDA). En 2007 se fusionaron con una escisión de la SPD, formando La Izquierda, que progresivamente ha dejado atrás sus vínculos con el régimen de la antigua RDA. Con un 8,8% del voto fue la gran sorpresa el domingo, con un respaldo mayor entre los jóvenes, siendo la primera fuerza, con alrededor del 26%, entre los menores de 25 años (una franja en la que en los comicios anteriores se impusieron los verdes por delante de los liberales). Le ha ido bien mantenerse firme en las posturas progresistas, descuidados por SPD y verdes, incluso cuando hasta hace pocas semanas languidecían con una intención de voto del 3%. De hecho, parecían ya acabados y condenados a la irrelevancia, sobre todo desde que una de sus líderes más carismáticas encabezó una escisión populista (BSW) que compagina el izquierdismo con posturas de extrema derecha, pero que, tras un notable éxito inicial, sobre todo en el este del país, acabó perdiendo fuelle y finalmente se ha quedado por poco fuera del parlamento, con el 4,97%. 

Por otro lado, la extrema derecha empezó a cobrar gran relevancia con la aparición de la AfD, vetada como socio de coalición por todos los demás partidos y en el punto de mira de la Oficina Federal para la Protección de la Constitución. Tras no alcanzar el 5% en 2013, lleva desde 2017 en el parlamento federal, erigiéndose como su segunda fuerza el domingo pasado, con el 20,8% del voto, que se eleva al 34,5% en la antigua RDA, donde son el partido más votado. 

Obviamente toda esta fragmentación complica la gobernabilidad. Si durante décadas lo habitual eran gobiernos de uno de los dos grandes partidos con el apoyo de uno pequeño, desde hace años esta fórmula ya no suma. En consecuencia, la pasada legislatura, por primera vez desde los años cincuenta, gobernó un tripartito (bautizado “semáforo” por los colores de los partidos que lo formaron). Los desacuerdos, sobre todo con los liberales, fueron una constante, provocando finalmente la ruptura del gobierno y el adelante electoral. Ya en 2017 la CDU fracasó en su intento de formar un gobierno tripartito con los verdes y los liberales, por el abandono de las negociaciones por parte de estos últimos. 

Lo que ante estos problemas se ha convertido en la nueva normalidad son las coaliciones entre los dos grandes partidos tradicionales. La que seguramente se acordará en las próximas semanas, sería ya la cuarta en seis legislaturas. Se solía hablar de gran coalición, pero este nombre ya ni siquiera está justificado, con la SPD relegado al tercer puesto por primera vez en unas elecciones federales. De hecho, si con menos del 45% del voto ambos suman aún una mayoría absoluta de escaños (328 de 630) es porque casi un 14% del voto de los alemanes se fue a partidos que no consiguieron representación parlamentaria. Si con 0,03 puntos porcentuales más los populistas del BSW hubieran entrado en el parlamento, habrían dejado sin mayoría a CDU y SPD, haciendo necesario también el apoyo de los verdes en un nuevo – y siempre más complicado – gobierno tripartito. Y posiblemente en los próximos comicios ya no habrá tanta suerte.

Y es que una de las causas por las que la llamada gran coalición es cada vez menos grande podría ser precisamente el uso continuado de esta fórmula. Siendo el próximo gobierno el quinto de los últimos seis que encabeza la CDU, y el séptimo de los últimos ocho en el que participa la SPD, ambos apenas tienen ocasión de regenerarse en la oposición tras los desgastes que a menudo implican las tareas de gobierno –con la extrema derecha frotándose las manos, esperando el momento en el que el país sea ingobernable sin ellos–. El electorado envejecido de la SPD y sobre todo la CDU supone otro peligro a medio y largo plazo para estas dos formaciones. Por si todo esto fuera poco, los retos a los que se enfrenta el próximo gobierno son colosales. Por el bien de la democracia de Alemania –y la de Europa– toca desearle éxito.

* En Baviera los democristianos concurren bajo las siglas de CSU, tratándose formalmente de un partido independiente, por lo que estrictamente tendríamos que referirnos a los democristianos como CDU/CSU. No obstante, para simplificar, sobre todo en el gráfico, aquí usamos solo las siglas CDU.

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